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Dolor, sufrimiento y Yoga

“El dolor en la vida es inevitable, el sufrimiento es opcional”.

Buda


La vida se encuentra inevitablemente llena de altas y bajas, crisis y desencantos, dolor y enfermedad, sin embargo, en los momentos críticos, es nuestra actitud la que puede hacer la diferencia entre enfrentar un problema con resiliencia (resistiendo y transformando) y crecer de la crisis o que el mismo problema se convierta en la excusa perfecta para hundir nuestra vida en las peores decisiones que acaban cavando la tumba de nuestra felicidad. A veces queremos cambiar nuestra actitud o contar con una perspectiva más clara en el momento de dolor, sin embargo nos encontramos sin recursos y sin darnos cuenta, al enfrentarnos al dolor comenzamos a sufrir.


El dolor y el sufrimiento no necesariamente van juntos. El dolor tiene un límite, es pasajero, se autolimita y tarde o temprano, pasa. Sin embargo, el sufrimiento sí que lo podemos alargar por el tiempo que queramos, es infinito y mientras no sepamos lidiar con el dolor, aceptarlo y fluirlo, el sufrimiento permanece, antes, durante y después del dolor. Pero ¿Qué tiene que ver el yoga con todo esto?


Bueno, el yoga resulta ser un camino que nos ayuda precisamente a generar recursos para enfrentar la vida, cultivamos por medio de nuestra práctica los recursos que nos ayudan a manejar el dolor, por ejemplo, en las ásanas o posturas, comienzas a trabajar con el dolor físico, el sufrimiento, la respiración y el desapego.


Imagina conmigo lo siguiente; te encuentras en tus primeras clases de yoga y llega un momento de enfrentarte a una postura en la que estás tratando de abrir las piernas en direcciones opuestas, pie derecho al frente y pie izquierdo atrás, hasta que tu cadera toque el suelo, en Hanumanasana o mejor conocido en gimnasia como split. Imagina que el tratar de abrir las caderas duele, pero desde que te mencionan el cómo de la postura, tu mente empieza a sufrir, pensando que te partirás en dos solo de intentarlo, sin embargo y a pesar del sufrimiento que implica, lo intentas y, cuando comienzas a bajar, empiezas a sentir “dolor” en las ingles y piernas, inmediato a eso piensas “Me rindo, esto duele demasiado, nunca lo lograré”, sigues sufriendo, en ese momento hay dos caminos, uno es dar marcha atrás y regresar a la postura más cómoda, siempre sufrir al pensar en solo volverlo a intentar y nunca lograrlo y, la otra opción es inhalar profundo y en la exhalación intentar soltar tu idea del dolor y transformarla en una incomodidad, una tensión que al respirar notas que va cediendo, y que poco a poco desaparece, hasta que con práctica, consciencia y respeto por tu cuerpo, en el momento menos esperado, tus caderas alcanzan el suelo de manera cómoda, sin generar tensión ni dolor, tus caderas se han abierto lo suficiente por medio de tu práctica para lograr atravesar el dolor y llegar a sentirte cómodo en una postura en la que los demás sufren solo de observarla.


Por medio de la conciencia de tu cuerpo y tu respiración, haz logrado que tu cuerpo se abra y fluya a la vida hasta lograr ser lo suficientemente flexible, y esto mismo sucede no solo en tu cuerpo, sino en tu alma y en tu mente. Aprender que el dolor está presente inevitablemente, pero que con el pensamiento correcto, con la respiración y la conciencia en tu momento presente, el dolor pasará y podrás soltarlo y transformarlo incluso en un impulso para emerger la mejor versión de ti.


Es de esta manera que el yoga te enseña a manejar el dolor en la vida, tanto física como emocional, con desapego, sabiéndote capaz de enfrentarlo y desarrollando, poco a poco, un mejor manejo de tu energía y emociones por medio de la conciencia de ti y de tu cuerpo, el gran poder de tu respiración y maravilloso alcance de tu mente, sabiendo que no tienes ningún control sobre las circunstancias de la vida, pero siempre tendrás el control de tu respiración, de dónde posas tu atención y de cómo decides enfrentar las situaciones de la vida.




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